Durante el mes de enero, surgió una alerta mundial por la aparición de un nuevo virus con un alto nivel de contagio, en la ciudad de Wuhan, China.
Vimos en las noticias, como el virus se fue esparciendo por diferentes países de Oriente, afectando la vida de las personas. Mientras veíamos los noticieros una realidad tan lejana para nosotros, como si esa situación fuera en “otro mundo”.
Esos países comenzaron a cambiar totalmente su vida cotidiana: declararon cuarentena, las personas no podían salir de sus casas, debían evitar el contacto físico a lo más mínimo. Mirábamos con asombro, como miles de negocios cerraron, la economía dejó de ser el centro de atención; los centros de salud comenzaron a colapsar, mientras el virus se llevaba consigo la vida miles de seres humanos.
Alcanzó a Europa, silencioso, tácito, intocable; poco a poco comenzó a dejar su huella. En Italia y España, en pocos días logró lo inimaginable, que estos países del primer mundo, estuvieran en un estado crítico, con sus sitios turísticos cerrados, las personas resguardadas y sus fronteras cerradas.
En tan solo dos meses, este virus, llegó como una sombra, a muchos más países; cambiando sus estilos de vida y mostrando la vulnerabilidad de las personas. Nosotros, seguíamos mirando como espectadores, inconscientemente, esperando su llegada.
Llegó, tan silencioso como siempre, cambiando nuestra rutina y nos convirtió en actores activos de su película.
La aviación, nuestra razón de ser, la pasión que nos corre por las venas, tuvo que parar por un tiempo su vuelo; aunque nos duela no ver en el cielo grandes aeronaves, sabemos que es lo mejor para el mundo. Pronto volveremos a conectar corazones y hacer volar miles de sueños, pero ahora, nuestro objetivo es luchar, contra un virus que de alguna u otra manera, nos está enseñando cada día a vivir de otra manera.
Hoy, nos encontramos día a día haciendo ajustes importantes para que no cobre más vidas, en nuestras casas confinados, cuidándonos y cuidando a nuestros seres amados, llenándonos de paz y equilibrio y despertando cada día más la compasión.
Aunque este virus se ha llevado miles de vidas, también logró lo que el planeta tierra pedía a gritos, un descanso de la producción continúa del ser humano que provocaba su destrucción. Vemos, los mares con aguas más cristalinas, un aire más puro y animales saliendo de sus escondites ante la falta de presencia humana.
Esta situación nos ha mostrado la fragilidad de la vida, del ser humano, a reconocer lo verdaderamente importante, el conectar con nuestra esencia y observarnos a profundidad; replantear diferentes situaciones e incluso planes, porque de nada sirve esta experiencia si no hacemos ajustes importantes en nuestra vida, es claramente un llamado a la reflexión y un enfoque diferente, más solidario y amoroso para con todo y con todos.